lunes, 1 de febrero de 2010

La Habitación Nueva


- Adoro cuando sale el sol en pleno invierno. Es tan frío, tan luminosamente frío. Hace las emociones más intensas, hace que parezca más invierno.

- No deberías ponerte reflexiva por la tarde, sabes que luego te cuesta concentrarte, y debes terminar antes de las seis.

- Da igual, puede esperar un día más. La inspiración, esa valiente prostituta vietnamita...

- Ven, dame un beso. Tengo un regalo para ti.

- ¿Por qué? ¿Es mi cumpleaños, o voy a participar en un ritual vikingo?

- Obviaré tus severas deficiencias mentales, cariño. A veces se me olvida por qué te quiero.

La besó efusivamente, a pesar de su rudeza, como desdiciendo con sus actos las palabras. Y se dejó llevar de la mano hasta la habitación contigua.

Cerro los ojos antes de que abriera la puerta, para que la sorpresa fuera aún mayor. Pero no estaba preparada para aquello.

Había lloriqueado durante meses, pidiendo y deseando una habitación pulcra y ordenada, opuesta al caos en que vivían; había rogado a la inspiración que se volviese y le permitiera contemplarla una vez más; había añorado con palabras inconcretas e indecisas algo que no sabía definir, algo que le permitiera plasmar lo que poblaba su mente, pues no podía. Pero no lo había encontrado.

Y ahora estaba allí, encima de una columna griega de porexpan y restos de mármol, sobre un prístino cristal robado de alguna obra, aguzado en sus esquinas. Estaba allí, esperándola, listo para llevar a cabo sus obras maestras.

- O al menos para empezar con ellas - completó ella sus pensamientos.

Se giró y la besó, sin poder susurrar un 'te quiero', pero sin poder separar sus labios de su cuello. Era perfecta, siempre lo había sido, su eterna Diosa Griega.

1 comentario:

Hinageshi dijo...

Uno con el tiempo...