miércoles, 6 de marzo de 2013

De mentiras e ilusiones

En un momento dado me planteé cuál sería la imagen de la mentira. Pinocho pudiera ser la respuesta más evidente, pero se trata esa de una mentira ingenua, marcada por la puerilidad. Hace daño también, pero es diferente. La otra mentira, la mentira de la vida, es distinta. Y no sabría representarla.

Pero quizás la más peligrosa es la que sale de nosotros mismos y arriba a nuestros propios oídos. Podremos mentir y engañar a los demás, a un público deseoso de creer nuestras sonrisas, nuestros sueños. Podremos fingir que todo está bien, o que está mal, que hemos cambiado y que el mundo es rosa y está lleno de arcoiris. Sin embargo, nada es tan doloroso como creérnoslo nosotros y descubrir después que no era cierto.

Las palabras se convierten entonces en brisa fugaz, que revolotea alrededor de los cimientos de un mundo que no existe. Las oníricas imágenes se desvanecen en sueños inalcanzables cuyo único recuerdo es el tenue suspiro de un adiós.

Y cuando despertamos, seguimos siendo los mismos. Nada ha cambiado, aunque todo sea diferente. Es hermoso pensar que todo es posible. Pero así no funcionan las cosas. Odi profanum vulgus et arceo, etiamsi vulgus sim ego.