martes, 23 de agosto de 2011

Les vacances

Hace casi 20 días poco, me fui unos días con mi queridísimo de vacaciones semi frikis. Con más o con menos dinero, todos los años nos vamos a algún sitio, y este año la idea original era irse unos 14 días de interrail. Íbamos a visitar el norte de Italia, Eslovenia, Austria, Suiza, Eslovaquia, Polonia, la República Checa, y nos lo íbamos a pasar teta por ahí.

El caso es que, hacia la mitad del curso, empecé a preparar mis prácticas y me encontré con fotos y noticias del muro de Adriano, y se me ocurrió que, tal vez, algún año podríamos recorrerlo andando. El Muro lo mandó construir el emperador Adriano en torno al 122 de nuestra Era, aunque no se sabe muy bien si su función era impedir que entrasen los pictos o que s
alieran los romanos. Era un muro de unos cuatro metros de altura y de una anchura que variaba entre uno y tres metros, que cruzaba la isla de este a oeste (y viceversa). Hoy en día, el muro ha desaparecido en los extremos, donde más civilización hay, pero se conserva relativamente bien en la zona central, donde apenas hay pueblos ni casas (ni nada). A lo largo de este, además, se pueden ver diversos fuertes romanos más o menos excavados y algunos asentamientos romanos también, como el fuerte de Birdoswald, o los más conocidos de Vindolanda y Housesteads.

Cuando le conté a mi queridísimo todo el rollo, y le dije que nos podíamos ir el verano siguiente, cambió de opinión y me propuso irnos este año, así que allá que nos marchamos, casi totalmente preparados para la lluvia britana y para los ingleses raritos.

Nos fuimos el día 5, y volvimos el día 10, aunque me la haya tirado larga para contarlo aquí, a pesar de las promesas y los "sí, ya lo escribiré". Porque el caso es que anécdotas y aventuras ha habido para rato. Algunas ya las hemos contado, pero me daba infinita pereza contar diecisiete veces lo mismo, así que a partir de ahora remitiré aquí a quien me pregunte. Además, cualquiera que llegue o que quiera realizar este viaje, puede preguntar con toda confianza, porque nosotros ya lo tenemos organizado e implementado. Si volviéramos, cosa que espero,
el viaje quedaría modificado. Pero eso para otra ocasión.


Día 1. Madrid - Manchester - Carlisle

El día comenzó bien. Teníamos el vuelo a las 16:35 desde Madrid con Ryanair (115,96€ los dos billetes, reservados el 20 de abril), y habíamos llegado con tiempo suficiente al aeropuerto. Con tanto tiempo que comimos incluso antes de que la gente empezara a hacer cola en nuestro mostrador. Y yo, rauda cual bellota, conseguí un meritorio tercer puesto en cuanto la pantalla puso el vuelo a Manchester. La puerta se abriría en torno a las 16.00, pero mucho antes puso que el vuelo se iba a retrasar como unos 45 minutos.

Entonces, en cuanto se lo comenté a mi queridísimo, apareció el primer crack. Detrás de nosotros, en la fila, había una pareja con su hija. Al enterarse del retraso, m
adre e hija se fueron a sentar a los bancos, y el padre empezó a hablar con nosotros. Y ya no calló más. Resulta que viajaba mucho con Ryanair, y es que no se podía coger vuelos pasado el mediodía, porque siempre van acumulando retraso. Por eso él cogía los vuelos bien por la mañana, que había conseguido hasta por un céntimo a Alicante. ¡Un céntimo! Fíjate bien.

Después se acercó a la ventana, porque había llegado nuestro avión, y comentó que habían llegado varias furgonetas de mecánicos y habían subido al avión, que a saber qué sería. Nosotros estábamos más preocupados por la hora. En el billete ponía que el avión llegaría a las 18.25 hora local, pero si se retrasaba una hora, al final íbamos a llegar a Carlisle a las 11, y ya se sabe cómo son los ingleses, que se acuestan pronto y todo, así que nuestra mayor preocupación era saber si llegaríamos a nuestro hotel.

Después de conocernos bastante de la vida viajera del Crack 1, por fin abrieron las puertas de embarque y conseguimos montar y coger sitio pronto, bien lej
os de los señores parlantes, que queríamos un poco de tranquilidad.

Resultó que lo de "hora local" era mentirijilla; el vuelo eran dos horas, por lo que 17.30 + 2 = 19.30 - 1 hora en Inglaterra = 18.30. Es decir, íbamos a llegar a la hora prevista, así que igual hasta cogíamos el tren prontito. El vuelo fue fenomenal, como puede verse:



Y llegamos a la hora prevista. Un poco antes de aterrizar, había echado yo un ojo a la señora que viajaba en el asiento a nuestro lado, que antes había intentado entablar conversación con mi querido, que la había cortado rápidamente. Y pronto vi que la señora era inglesa y dije, "esta es la mía". Teníamos que saber cómo se pronunciaba Carlisle, que podía ser cualquier cosa (antes de darnos cuenta de que, como dijo ella, cortando Carl - isle, se pronunciaba como "isle", o sea, fácil). Y a partir de ahí nos contó toda su historia. Era una amable señora que se había puesto a estudiar traducción e interpretación siendo mayor; su exmarido (creo que español) estaba con su hija ahora, a la que habían ofrecido un papel en una obra de teatro de tres personajes para representar en un importante festival de teatro de Edimburgo, y se gastó con nosotros los caramelos de limón y pica pica de su hija. Muy maja la señora, y muy, muy habladora. Fue la que nos dijo que era algo extraordinario aterrizar en Manchester con aquel sol brillante en el cielo, que no lo había visto nunca.

Tras despedirnos raudos y veloces, como no teníamos equipaje, nos fuimos corre que te corre por las cintas de "feel like flash" hasta la estación de tren integrada en el aeropuerto, donde no nos quisieron aceptar la tarjeta de estudiante internacional para descuentos. Tenedlo claro. Para descuentos en el tren, solamente aceptan la British Railway Card. Pero Muhammad fue un señor muy amable, que nos vendió separados los billetes (con trasbordo), para que nos salieran más baratos, y nos ahorró casi 40 libras (66 libras dos billetes Manchester - Preston, y dos Preston - Carlisle). Entonces, disfrutando de la puntualidad británica, nos montamos en el tren y salimos a la hora clavada.

Y allí nos encontramos al Crack número 3. Montó en Manchester Piccadilly, me parece recordar. Era el típico inglés, rosita, con poco pelo, algo gordito y con olor a cervecilla. Pronto empezó a mirarnos y, como yo soy muy amable, le sonreía. Total, estábamos de vacaciones, el sitio era precioso, todo iba sobre ruedas, y además hacía solito. Y pasó lo que tenía que pasar.

"Where are you from?", preguntó. Y durante el resto del viaje hasta Preston, donde hacíamos transbordo y él se bajaba, nos fue contando su vida. Había estado varias veces en España por trabajo, e incluso ahora tenía una novia española. Le gustaba más el sur, porque hacía calor, aunque se ponía muy rojo, y porque te puedes tomar una cerveza y "tapas free!" (iiiiit's freeeeee), aunque en el norte las tapas son muy ricas. También nos contó no sé qué rollo de que había ganado el campeonato de rugby europeo en Málaga, que era entrenador, o algo así. Todavía seguimos investigando, no sea que hayamos conocido a alguien importante y no lo sepamos...

Es necesario señalar que había a nuestro lado una pareja de adorables ancianitos, y la señora intentó también hablar con nosotros, pero estaba demasiado lejos. Tendríamos que haberla animado a sentarse y charlar, hay que conocer a la plebe local, al fin y al cabo.

El segundo tren ya fue más aburrido. Íbamos solitos, era de noche y casi no se veía nada, aunque los paisajes eran impresionantes. Por primera vez vi las montañas de Reino Unido, las que están cerca del Lake District, que merecen la pena visitar. Y vi algo por la ventana del tren, algo raro. Al principio pensé "anda, mira, una vaca que parece un caballo" (era blanca y negra como las de milka); pero luego pasamos a su lado y no era así, era más bien "anda mira, un caballo que parece una vaca". A partir de entonces, los cowrses fueron los animales que más me gustaron de Inglaterra. (próximamente habrá una foto más cercana, non ti preocupare).

En Carlisle era ya de noche, un viernes, y habíamos olvidado que la gente también sale de fiesta, por lo que el hecho de que nuestro hotel estuviera frente a la estación pronto se convirtió en una desventaja, cuando vimos que entre medias había un pub con las puertas y ventanas abiertas de par en par y la música a toda hostia.

Pero ese no fue el único problema que tuvimos, fueron bastantes muchos más. Hoy nos reímos, pero entonces pasamos hasta miedo. Aunque hoy ya no me quiero alargar mucho más, que soy una pesada. Mañana continuaré con la siguiente parte del Día 1. Hasta entonces, buenas tardes y hasta mañana. :)