lunes, 26 de septiembre de 2011

jueves, 1 de septiembre de 2011

Les vacances (2ª parte)

Esto de "mañana seguiré..." se ha convertido en "ey, que ya estamos en Septiembree", pero todo tiene justificación (todos tenemos derecho a tomarnos unos díitas de vacaciones).

Continuando donde nos quedamos, llegamos sobre las 10 o así a Carlisle, y encontramos rápidamente nuestro hotel, que estaba justo enfrente de la estación. De hecho, desde nuestra habitación se veía la estación de trenes! (Al fondo, el edificio bonito; el de la esquina era el pub ruidoso)


Sin embargo, cuando entramos y le dijimos a la recepcionista que teníamos una habitación reservada, nos dijo que eso no era posible (ejem, a ver, la reservamos en abril...). Le enseñamos la impresión de nuestra reserva, con el número de reserva, y le dije que dos días antes me habían enviado un email de confirmación, así que era imposible que no tuviésemos habitación. Al final nos dio la llave y nos dijo que habría sido un problema informático, pero yo ya nos veía durmiendo en la calle. Si es que...

El County Hotel de Carlisle, de una cadena hotelera, es bastante humilde (y un poco cutrongo). Hace mucho calorcito dentro, y en la parte de nuestra habitación olía a comida. Tiene pinta de ser una de esas casas antiguas con habitaciones de servicio, etc., habilitada hoy como hotel. Nuestra habitación tenía una cama de matrimonio y una pequeña, un baño, un escritorio, un par de armarios, una tele y Tea facilities.

Si no hubiera pasado todo lo que pasó, habría estado hasta bien. Nada más llegar nos duchamos y nos pusimos a cenar unos sandwiches que nos habíamos llevado de casa y una sopa china de tomate totalmente repugnante. Cuando estábamos por el postre, en bragas (que hacía mucho calor) y viendo la tele, de repente oímos cómo alguien intentaba meter una llave en la cerradura. Durante un rato, intentaron abrir, hasta que nos dimos cuenta y ya nos vestimos y mi queridísimo héroe se acercó a ver qué pasaba.

Resultó ser un viejo borracho, que decía que aquella habitación era la suya y que dónde estaba su maleta. Todo lo que yo imaginaba era que el fulano era un alcohólico y que le habían largado del hotel; pero mi querido, que tiene más luces que yo, después de mucho aguantar el farfulleo del fulano, y su pie anclado en la puerta protestando, le dijo que mirase a ver la llave y, efectivamente, su habitación estaba un piso más arriba.

Entonces, el borracho violento y pegón se convirtió e
n un borracho amable que nos preguntaba que de dónde éramos y que lo sentía muchísimo. Y se fue.

Después del susto, que fue grande, apañé la habitación así para que nadie nos la pegara más y para poder dormir tranquila:


Después de eso, nos terminamos por ir a la cama, a ver si la altísima música de los vecinos del bar, sumada a las luces de la calle (¿esta gente no conoce las persianas?), nos dejaba dormir.

En la habitació hacía un calor bochornoso, así que estábamos durmiendo mal, poco y a cachos. En algún momento de la madrugada, cuando el bar ya había cerrado (porque no se oía la música), comenzamos a oir gritos bajo nuestra ventana. Estábamos en un primero, así que se entendía bastante bien.

La primera parte yo me la perdí - estaba algo adormilada, pero después mi queridísimo me dijo que había oído parte de los gritos, algo así como "Come on, come on, fight me, fight me, one by one!" (o sease, "venga, vamos, pelead conmigo, pelead conmigo, de uno en uno!"). Yo me empecé a despertar cuando empezaron a dar patadas justo bajo nuestra ventana, que parecía que se iba a caer la pared.

Yo pensé que estaban aporreando la puerta del hostel, quizás para que les dejaran entrar, así que ya estábamos los dos despiertos, y algo asustados. Quién cojones estaría montando ese escándalo, y lo que es peor, ¿les dejarían entrar?

Entonces, los dos oímos con claridad como otro chico le decía al del "fight me": "come on, put your gun down, put your weapon down". Aquello ya fue lo que nos faltaba. Nuestra cama justo junto a la ventana, y debajo de esta a punto de estallar una pelea de pistolas.

Después de un buen rato discutiendo, sin hablar en ningún momento de llamar a la policía, alguien adulto (por su voz lo supimos) les dijo algo y terminaron marchándose y permitiéndonos vivir un día más. Y cuando ya nos calmamos, pudimos dormirnos.

Ese fue el maravilloso primer día de llegada a Inglaterra, donde los pubs abren puertas, ventanas y música a tope, y los jóvenes pelean con pistolas en las calles. Welcome, tourists!!