martes, 28 de septiembre de 2010

Ay, mi madre...

Cuentan los que muchos años tienen, aquellos que vivieron otra época, que años atrás, aquellos que educadores debían ser, nada hacían para lograrlo. Es cierto, creedme. Tal vez eso hoy fuera imposible, en este mundo que nos ha tocado vivir, pero allá en aquellos tiempos era todo diferente. Y nadie murió por no hacer nada.

Pero todo eso ha cambiado. Y a nosotros nos toca vivir estos aciag
os tiempos en que se desdibujan las fronteras entre la b y la v, cuando parece haber llegado el terrible momento en que la h solo sirve para adornar palabras que la repudian.

Por eso debemos erigirnos en adalides de causas perdidas, y atacar a esas faltas de hoRtojrafIiA con todas nuestras armas. Y por eso, precisamente, estoy ahora metida en este brete, supuestamente convirtiéndome en una profesora del mañana.

Eso sí, pagando que parece que me van a hacer una estatua cuando termine...

Así aprenderemos lo malo maloso que es defraudar al sistema educativo. Es lo mismo que defraudar a hacienda o al pueblo, pero peor, porque luego lo negamos. Que vengan ahora a decir algo del caso ese Himalaya o no sé qué, que yo defraudo puntos a la UVa. Y para todo lo demás,



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Der Frühling blutet in Paris

A veces, el manantial en la montaña se seca, y los riachuelos ya no bañan las riberas del mar.

A veces, el invierno se hace demasiado largo, y la primavera a su llegada no ve más que arena, polvo y sal.


A veces, cuando uno escucha demasiado a esa pequeña vocecita que nos susurra en las oscuras horas nocturnas, las palabras se hacen grandes como gigantes, los sueños se tornan en terroríficas pesadillas, y las mentiras se hacen verdad.

Las hojas ya no crecen en los árboles.

Los niños no sonríen como antes.

Las silenciosas teclas lloran.



Pero bajo el agua, sumergidas, ¿quién lo notará?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Una persona normal

¿Por qué no puedo ser una persona normal?

¿Por qué no puedo ser de esas personas que disfrutan emborrachándose cuando salen?

¿Por qué no puedo ser una de esas que tardan cuarenta y cinco minutos en pintarse?

¿Por qué no puedo ser de esas que lloran por cualquier tontería, y llaman a sus amigas para contárselo?

¿Por qué no puedo ser de esas que van a Bershka y a Estrafalarius cuando están deprimidas y arrasan con media tienda?

¿Por qué no puedo ser de esas que con seis asignaturas al año están contentas?

¿Por qué no puedo ser de esas que en septiembre solo quieren que el verano se alargue más y que el curso no empiece nunca?

¿Por qué no puedo ser de esas que no piensan jamás en el futuro?

¿Por qué no puedo ser de esas personas que nunca piensan?


En fin. Supongo que así no tendría tanta gracia.

viernes, 3 de septiembre de 2010

2

Las ramas crujían bajo sus pies mientras avanzaba hacia el este. La campanilla ya no sonaba, pero podía oír, cada vez más cerca, el sonido del metal contra el metal, y de vez en cuando ver un leve resplandor entre los árboles.

Se detuvo unos segundos, inspirando profundamente. Podía identificar, al menos, seis flores distintas a su alrededor, y su aroma flotaba en el aire primaveral. Podría haber sido un día perfecto, podría haber sido un día diferente, podría... Daba igual, ya daba lo mismo.

Parpadeó una sola vez y siguió avanzando. Sus piernas comenzaron a apresurarse, como si su mente adelantase lo que debía esperar. Salió de la espesura con sus espadas en alto, y se lanzó contra el grupo que batallaba. Entonces lo vio.

El último disparo de un mago antes de morir dio de lleno en su coraza, haciendo que cayera al suelo de rodillas, y ya no se pudo levantar. Ella corrió sin mirar atrás, tratando solo de proteger su retirada. Faltaban un par de metros y saltó, elevándose por encima del cuerpo, que yacía sobre un costado, inconsciente, y cayendo en medio de los enemigos.

Sus dos espadas comenzaron una danza infernal, parando una estocada aquí, rebanando un cuello allá, sin cesar, eliminando sistemáticamente a todo el que se alzara ante ella.

Cuando el flujo de enemigos pareció ralentizarse, arriesgó una mirada atrás, a tiempo de ver a un compañero que llegaba.

"Sácalo de aquí. Ahora".

El otro pareció dudar, pero una mirada amenazadora le hizo decidirse rápido. Apoyó el brazo del caído sobre sus hombros, y lo despertó ligeramente. "Vamos, colabora. Volvemos". Él se giró, desorientado, y la vio.

Sus miradas se cruzaron, apenas un segundo, antes de que ella volviera a la batalla, dándoles la espalda. Entonces, se resignó y comenzó a avanzar. Solo esperaba que ella tuviera tiempo de volver también antes de que regresaran los enemigos. Vendrían más y más fuertes, y ella no podría aguantar. Tendría..., tendría que..., tendría que resistir...

jueves, 2 de septiembre de 2010

1

En ese instante se detuvo. Levantó la mirada e inspiró profundamente, tratando de que el fragor de la batalla se alejara de ella, tratando de no oír más gritos, más rasguños de metal, más sangre goteando en el suelo. Y por un momento parecía que todo se calmaba a su alrededor, aunque no fue más que una ilusión pasajera.

Frente a ella, desde las sombras, una nueva patrulla avanzaba hacia sus compañeros. Estiró brevemente los dedos y agarró su arma. Tragó saliva y afianzó los pies en el suelo, lleno ahora de barro y sangre. Dejaría que vinieran, estaba demasiado cansada para perseguirlos más. Y entonces lo oyó.

Apenas perceptible, contra el viento, una débil campanilla sonaba en la distancia, clamando por una ayuda que parecía no llegar. Indecisa, miró al frente. Eran diez, o una docena, no estaba segura. Y junto a ella no quedaban más que seis, y no en muy buenas condiciones. Y la llamada seguía sonando...

Frunciendo el ceño, tomó una decisión, que se tornaría en la más importante de la batalla. Miró a su espalda, para asegurarse de que sus refuerzos estaban cerca, y corrió hacia la espesura, a su derecha, lejos de la sangre, lejos de aquella batalla, buscando entre las sombras del bosque la apremiante llamada de socorro de aquella campanilla aliada...