domingo, 11 de enero de 2009

Cuando la realidad supera a la ficción II

Hace un rato re-publicaba entradas que escribí hace meses, asombrándose de lo al día que pueden llegar a estar. No diré que eran premonitorias, porque es algo largo, que sabíamos que duraría, y que no podía mejorar. De manera que solo añadiré: seguimos igual (statu quo).
Y hoy, mientras releía Cuando la realidad supera a la ficción, ha vuelto a suceder. Diréis: bueno, pero ya sabíais que esto sucedería, sabíais cómo estaba el asunto, ibais sobre aviso. Sí, claro, siempre sabes cómo está el asunto, pero eso no quita para que te sigas sorprendiendo. Todos los días amanece, siempre que llueve y hay sol (sale la vieja a hacer el requesón) aparece el arcoíris. Pero aun así, seguimos sorpendiéndonos.
Que de qué hablo? Ah, bueno, eso es más complicado de explicar, pero enlaza con mis entradas sobre la estupidez humana y anteriores reflexiones similares. ¿Hasta dónde es capaz de sorprender un homínido mostrando su soberbia subnormalidad? Hasta el infinito.
Pero abandonemos el tema, es algo que no acompaña demasiado para hacer redacciones germánicas. Hoy la sorpresa viene de la mano de la gente (así, como grupúsculo profano), que se las dan de modernos y tolerantes, de artistas, alternativos, de esos que ven una mierda en un bote y comprenden que hace una clara referencia a la opresión del gigante del consumismo y nuestra libertad cohartada, viene de mano de algunos que se piensan que son mayores, inteligentes, incomprendidos, casi genios, mentes preclaras que pretenden ser lo que no son.
¿Que yo qué me creo? ¿Que qué me pienso que soy? Una maldita rubia conservadora harta de vosotros :) Ni soy más inteligente, ni mejor, ni más madura. Soy lo que soy en este momento, lo asumo y lo comprendo, y conozco mis limitaciones. Y critico vuestros actos porque yo no los cometo (o los cometí cuando la edad y las circunstancias lo permitían). Si algunos ahora me critican por jugar con muñequitos, o imaginar que soy una orco, o una semielfa druida, ¿por qué no tener yo el derecho a criticar a los que piensan como si tuvieran quince años, cuando hace bastante que pasaron esa cifra?
¡Moríos de asco, malditos Süchtige gingivistas! Me gusta maquillar greguerías con mi lengua, enrevesar versos transversalmente cruzados que refieren a un externo elemento del texto cuya verdadera identidad ignoráis (o eso quiero haceros creer, o no). Creo un barroquismo ficticio con mis afiladas armas, y os pincho y me recreo con la mente, hasta que la legislación sufra un cambio radical, o hasta que nuestra discusión sobre cómo ocultar un cadáver llegue a algún acuerdo favorable.
Mientras, yo sonreiré desde mi sillón acolchado, sabedora de que ni juego al ajedrez ni acaricio un gato gris, sino que toco mis propios acordes en los hilos de Nona (o Cloto), hilos que no tiraré cual Rapunzel para salvaros, a no ser que lleven en su extremo un nudo de verdugo.
Cortesía de Boyer - Vip & Co; vv.aa.

2 comentarios:

Menelmakar dijo...

Y qué razón tienes... tanto por lo de la estupidez humana como sobre los juicios ajenos.

Que vale, que sí, que cada uno es como es; pero me parece una soberana gilipollez tener que aguantar las subnormalidades ajenas porque es lo "políticamente correcto".

Sergio dijo...

Mañana tengo una conferencia sobre primates y la evolución. Ya te contaré, que seguro que el eslabón perdido anda cerca.

Fdo. Vicepresidente Naziócrata