miércoles, 24 de junio de 2009

O tempora, o mores

Es curioso el comportamiento del ser humano cuando se lo desvincula de aquellos hitos sobre los que basa su conducta.

Es curioso el comportamiento del ser humano cuando no puede seguir sus pequeños hábitos diarios.

Es curioso cómo el simple hecho de cambiar una parada de autobús convierte a los humanos en pequeñas hormiguitas desorientadas que no logran encontrar el camino a sus quehaceres.

Porque es lo que sucede. Cuando día a día funcionas con el piloto automático, el más mínimo cambio en la rutina nos desconcierta y nos empapa en el caos.

El piloto automático es bueno, por supuesto, nadie lo duda. Puedes llegar a subir cuatro pisos de escaleras sin ser consciente de haber pasado por el tercero, aunque la consecuencia física no puede evitarse.

Sin embargo y, por supuesto, hay que saber a qué aplicar ese piloto automático. Si por rutina sigues un camino largo, has de saber si necesitas estar cómodo con tus hábitos, o si, por el contrario, necesitas la celeridad de un atajo.

La lógica, que tantas veces apartamos de nosotros, a menudo es necesaria. Y la gente que carece de ella me saca de quicio. La necesidad de controlar cada parcela de mi vida, esa imperiosa necesidad de sacar el máximo rendimiento con el menor esfuerzo, me empuja a dar consejos que, a mi pesar, son mal recibidos.

Poco a poco aprendes a callar, aprendes que la gente es feliz en su ignorancia, y que los cerdos no tienen problemas en rebozarse en su mierda. Y llegados a este punto, prefieres sonreír con hipocresía, alabar su pericia, y dejar que se apañen como mejor puedan.

La inteligencia les persigue, pero ellos son más rápidos...