martes, 2 de junio de 2009

La elección

Yo soy mujer.

Sé que no siempre he afirmado esto, sino más bien lo contrario, pero a efectos prácticos, de opinión y reales, soy una mujer.

Una fémina, una vasija portadora de hijos, la que barre, la bruja que logra que el papel higiénico vaya del supermercado hasta el water, la bruja que hace que la ropa vaya del cubo de la ropa sucia hasta el armario, planchada y limpia.

Pero también soy aquella que va con la luna, la que pierde sangre aunque no quiere, la que aguanta los golpes, las idas y venidas, e intenta sonreír con la mirada. Soy aquella que tiene un hombro para llorar, y unos oídos para escuchar, cuando ya nada más queda. Soy la que hace una tarta, la que prepara una cena, y la que cuenta un cuento cuando solo se quiere dormitar.

Porque las mujeres no servimos solo para hacer hijos, por mucho que se empeñen algunos en creer. Y sobre todo, no somos unos seres sin pensamiento ni razón, aunque nuestra edad no llegue a sobrepasar el cuarto de siglo.

Desde aproximadamente los doce años, el comienzo de la vida fértil, una vez al mes, oscilando entre cuatro días y una semana de media, tenemos que soportar algo que los hombres no conocen ni de lejos.

Todo comienza unos días antes, con fuerte dolor en los pechos, que se convierten en sensibles piedras de río. El ánimo cambia. Ahora ríes, ahora lloras, ahora bufas. Y de ahí sale el tópico de que la mujer de mala leche está con la regla. Y es cierto, pero ellos no saben lo que es tener que soportarlo, ver cómo ante la mayor tontería se te saltan las lágrimas, o no tienes ganas de salir de la cama, o te apetece descuartizar a alguien y ver cómo se desangra, y no poder evitarlo.

Después llega el día R (de regla), y comienzan los dolores lumbares, mezclados con fuertes pinchazos en el bajo vientre que llegan incluso a provocar náuseas. El hambre comienza a desaparecer, te mareas por la gran pérdida de sangre, y tienes que acostumbrarte a vivir una semana con un plastico pegado al culo.

Como compensación, claro está, somos nosotras las que experimentamos el éxtasis de traer a este mundo una nueva vida. Pero por supuesto, no podía ser fácil. No quiero decir que los hombres no tengan relación con sus hijos, ni que no se sientan cercanos a ellos. Al contrario, siempre he pensado que es igual de importante un progenitor que el otro, y que DEBEN estar ahí.

Pero hay algo que ellos no pueden evitar, y es que las mujeres llevemos al niño durante nueve meses DENTRO de nosotras. Con todo lo que ello conlleva, por supuesto. Náuseas, vómitos, dejar de comer y tener que hacerlo para que no muera. Pérdidas de sangre, aumento de peso, que conllevará dolor de pies, hinchazón de tobillos, varices, dolor de espalda, los pechos que aumentan y duelen.

Por no hablar del parto, cuando tienen que sajar parte de la abertura vaginal para que pueda pasar el cráneo del niño sin que le cause un fuerte traumatismo. Por comparar, sería como si a vosotros os saliera una piedra de riñón del tamaño de un melón por el pene. Pero no os preocupéis, luego os pondrían puntos y podríais estar una semana con anestesia "ahí" y sin poder sentaros. Y ni hablar entonces de elecciones (chinas).

Con todo esto, sobra decir que el vínculo entre madre e hijo es MUY fuerte. No soportamos todo esto para luego renunciar a nuestro vástago, ni siquiera aunque tenga una semana. Nunca he estado (personalmente, digo) a favor del aborto. Pero no porque crea que si éticamente, o moralmente, estemos matando a una vida, que también. Lo más importante para mí es que la persona que en el momento de concepción tiene razonamiento y conciencia viva (LA MADRE) tendrá que convivir para siempre con ello, con saber que podría estar abrazando a su hijo, y en vez de eso tiene entre sus brazos un pelador de patatas y una patata cruda; saber que podría haber estado en el parque jugando con él, contándole cuentos, y en vez de eso está haciendo (otra vez) la declaración de la renta sola.

Ese sentimiento es lo que no tiene precio. Pero si ella quiere enfrentarse a la soledad y el vacío que dejará su hijo, si ella por lo que sea necesita que ese bebé no venga, porque tendrá que malvivir y no tendrá una infancia digna, es una decisión que ha de tomar la pareja, no unos señores que jamás han meado un balón de rugby.

Y sí, el dolor psicológico y físico nos lo comemos nosotras, y sí, somos capaces de decidir. Con lo que, en el momento en que los hombres puedan parir, que decidan. Mientras, que la ley permita que sea la persona adulta quien sea capaz de tomar tal decisión.

A este paso los niños de tres años serán quien decidan lo que han de hacer con su vida, porque los padres si no cohartarían su libertad.

Un poco de lógica, señores...


P.D.: y como no quiero ser postmodernista, y solo criticar y no proponer soluciones, en vez de tanto criticar (esos que critican) las medidas del gobierno para facilitar la pastilla del día siguiente, o para legalizar el aborto, podían proponer medidas de EDUCACIÓN SEXUAL. En una sociedad que facilita los métodos anticonceptivos necesarios, es tan sencillo como casi una obligación conocer tales métodos y utilizarlos si no se puede tener en ese momento un hijo. Porque nuestros hijos merecen vivir, y no estar obligados a sobrevivir.

2 comentarios:

Mig dijo...

Un tema un tanto peliagudo, la verdad. Yo siempre he opinado que lo suyo es dar a decidir a quien pertenece el asunto, dar la posibilidad de elegir. Lo que no me parece lógico es que las ideas de unos se tengan que imponer ad baculum; y cuando ancianos que predican el celibato se ponen a hablar de tener hijos pues ya es el cachondeo padre.

Y lo de la educación es una verdad como un templo, puesto que la posibilidad de elegir sólo es posible con ella; pero viviendo en un país de monos tal y como vivimos, la verdad es que mucha esperanza por ahí no queda.

Morgana Majere dijo...

Entonces, que proporcionen cacahuetes y crema de maní para todos. Y que domine el más fuerte. Yo ya estoy empezando a entrenarme para la 3GM.

(La pregunta es si el 'asunto' pertenece a la madre, o si ya el niño es independiente desde que el espermatozoide y el óvulo se arrejuntan. Esa es la cuestión)