miércoles, 25 de agosto de 2010

Mad World

Hace un par de días tuvo un sueño. Pero no un sueño normal, sino uno de esos tan reales que, al despertar, dudas de su existencia. Demasiado real, habría llegado a decir, si alguien le hubiera preguntado.

El murmullo del mar había estremecido sus oídos hasta el punto de erizar su piel, y en ese mágico momento de la noche en que no sabes si duermes, o si es acaso todo real, sus ojos cerrados le permitían ver.

La calidez del abrazo, sin embargo, era real. No podía dudarlo, aunque en el fondo de su mente supiera que era todo un sueño. La amargura de esa certeza, sin embargo, no impidió que se acurrucara y disfrutara de lo que en vida le era negado, mientras el sol surgiera en oriente y se ocultara tras la costa occidental, mientras la luna conociera solamente el manto de la noche y el brillo de miles de estrellas. Mientras todo, ¡óyeme!, todo siguiera como estaba.

Y al despertar, en la soledad de un nuevo día, contempló la ropa de cama revuelta y sonrió. El mar podía quedar muy lejos, pero en sus sueños era todo posible...

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