domingo, 22 de agosto de 2010


Lo peligroso de manipular los sueños es correr el riesgo de que se hagan realidad.


Aún se veían en la roca las huellas de sus pies mojados cuando él llegó. El claro estaba en silencio, pero notaba su presencia. Aquel aroma inconfundible lograba aún despertar sus más profundos y ocultos sentimientos.

Aunque jamás pudiera reconocérselo, en sus ojos podría leer la verdad de aquella historia. Parpadeó cuando el viento agitó las copas de los árboles, permitiendo que un rayo de sol se colara hasta su rostro. La suave brisa le rodeó, acariciando su mejilla con un tenue roce, y supo que se había ido.

Sonrió con tristeza y dio media vuelta hacia la espesura. La sombra ocultó sus pasos, el sol secó las huellas en la roca. Y el viento llevaba en sí el débil murmullo del agua, el único lamento por aquellas historias no contadas.

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