Lo malo, pero a la vez lo bueno, de ver películas o series, o de leer novelas de tema histórico es que, muchas veces, ya conoces el final.
Esto, que podría llegar a desilusionarte, consigue que te fijes más en los detalles y concedas más importancia al cómo que al qué. De ese modo, ya no buscas tanto saber qué paso con Cleopatra, o con quién pactó César, o cómo terminó la guerra, sino las razones que te dan, los matices en los rostros, los sentimientos que sabes que esconden.
Miras detrás de las miradas, descubriendo lo que ellos saben y los demás desconocen. Curiosa forma de ver la vida, si es que hay otra.
Y entonces te das cuenta de que, en el fondo, el final siempre da igual. Lo único que importa es el camino.
Esto, que podría llegar a desilusionarte, consigue que te fijes más en los detalles y concedas más importancia al cómo que al qué. De ese modo, ya no buscas tanto saber qué paso con Cleopatra, o con quién pactó César, o cómo terminó la guerra, sino las razones que te dan, los matices en los rostros, los sentimientos que sabes que esconden.
Miras detrás de las miradas, descubriendo lo que ellos saben y los demás desconocen. Curiosa forma de ver la vida, si es que hay otra.
Y entonces te das cuenta de que, en el fondo, el final siempre da igual. Lo único que importa es el camino.
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