lunes, 24 de mayo de 2010

No es menos dolor por no sentirlo vivo

"Cómo has podido acabar así. Tenías todo el futuro por delante, el mundo habría caído a tus pies. Hice todo cuanto estaba en mi mano, te procuré la mejor educación, te di las armas con que comerte el mundo, te hice grande.

Fui padre cuando eras niña, amigo cuando creciste, hombro para llorar al hacerte mujer. Seguí tus idas y venidas, tus pros y tus contras, alegrías y penas, llantos y risas. Junto a ti pasé el mejor, y con él el peor, momento de mi vida. A tu lado me di cuenta de cuáles eran los valores que de verdad importaban.

Desdeñé tu belleza como factor de tu éxito, al ver que de veras tu corazón tenía algo de especial. En tus ojos brillantes se reflejaba el Todo del Universo, la Nada de la Noche, la Luz de un Nuevo Amanecer. Todo tu potencial, agotado; toda tu vida, truncada; todos nuestros sueños, quebrantados.

Y todo por una estúpida minucia que ya jamás serás capaz de apreciar. Tal vez, si abrieras los ojos, podrías darme un consuelo, un mudo alivio que nunca encontraré. Así quizá un mañana, lejano aún - ¡no lo vislumbro! -, podré mirar al frente y decir: eres recuerdo.

Hasta entonces, tuyas serán mis noches, tuyas mis palabras, tuyos mis versos sin musa, que cantaré al son de una lira sin cuerdas. Hasta entonces, buenas noches, mi amor, y dulces sueños. Tu príncipe de caballo embridado parte a lo lejano. Este cuento no tiene un final feliz".

Vi en sus ojos el reconocimiento, la fría certeza de que había llegado el fin. No me sorprendieron sus palabras.

- Es ella. Guárdela en su caja por última vez. Ya no sirven las palabras en el aire...

Sin embargo, nunca logré comprender el sentido de su despedida. "Escóndala ya, doctor. Es mi hija".



2 comentarios:

Hinageshi dijo...

¿Sirvieron alguna vez las palabras?

Morgana Majere dijo...

Siempre sirven, aunque no sea para nuestros primeros propósitos.