jueves, 17 de diciembre de 2009

Ataque a una frase compleja.

Sonrió, mientras pensaba en la gran paradoja de la sangre. Sabía a hierro, según algunos, pero para él olía perfectamente a dulce. Era un extraño aroma dulzón, cuya similitud a algo diferente no lograba ubicar.

Sin apartar sus ojos de la pantalla, inspiró profundamente, y atrajo hacia sí el cuerpo con el pie. Ya estaba frío, suponía que no tardarían en llegar. Al fin y al cabo, solían ser puntuales.

Movió levemente la cabeza, retirando el flequillo de los ojos, y continuó jugando.

Solo se oían sus dedos al pulsar los botones, y el distante goteo en el cuarto de baño. Había cumplido su tarea. El sujeto estaba muerto.

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