¿Está el vaso medio lleno?
Eso diría un optimista.
¿Está el vaso medio vacío?
Pero la pregunta de un novelista sería otra...
¿Por qué está así el vaso?
¿Qué pasó con el resto del agua? ¿Quién se lo bebió?
¿Es realmente agua?
¿Está el vaso medio lleno?
Eso diría un optimista.
¿Está el vaso medio vacío?
Pero la pregunta de un novelista sería otra...
¿Por qué está así el vaso?
¿Qué pasó con el resto del agua? ¿Quién se lo bebió?
¿Es realmente agua?
De creatividad. Kreativität.
Y cómo no, igual que haces con la cocacola (sí, yo sí, y conozco al menos a dos personas más), lo agitas, lo dejas reposar, y luego te lo bebes. Y así, lo planteas, lo das vueltas, dejas pasar una noche (donde sueñas que eres Spiderman), y llega el momento de la reflexión.
Decía quien firmaba el artículo de ayer que has de dejar que venga la creatividad en momentos inverosímiles, que salga el inconsciente, que no hagas mucho, que trabajes pero no demasiado, que tengas una vida ociosa, muelle, que así vendrá mejor la creatividad.
Como siempre, yo no estaba de acuerdo. Pero mostrar todas tus dudas, tus desacuerdos, y las desventajas que le ves, es absurdo, porque a) no te escuchan, b) tienes que decirlo deprisa para que te de tiempo a exponer tus argumentos antes de que el no espejo te corte, y c) lo tienes que decir en alemán.
Así me quedé sin poder decir que eso no es cierto, que la creatividad no tiene nada que ver con la no actividad. Los que me conocen, lo saben. Soy una persona activa, MUY activa. Mi vida es un acúmulo de asignaturas, clases extra, gimnasio, salidas, entradas y un sinfín más de cosas que no puedo dejar de hacer. Y aún así, me deja tiempo para seguir escribiendo, creando, sacando un momento en que reflejar todo lo que pasa por mi cabeza.
Muchas veces no son más que notas en mi agenda, breves frases que tratan de, infructuosamente, recoger las ideas magníficas que he tenido. Pero muchas otras sí funcionan, y puedo permitirme el lujo de escribir una obra completa, sea cual sea su largura. O incluso puedo escribir aquí, muy de cuando en cuando (?).
Pero el caso es que la creatividad no me viene cuando estoy vegetando, o cuando estoy sin hacer nada, o disfrutando de la vida (das Leben genissen), sino cuando estoy en plena actividad cerebral, cuando estoy sin parar, trabajando, estudiando, traduciendo. Es en esos momentos cuando mi cerebro lleva dos líneas de acción (acción - reflexión), y empiezo a darle vueltas a cosas, a tener ideas brillantes, a reflexionar sobre esas cosas que quedaron en mi subconsciente y que, a pesar de no llevar vida muelle, salen a flote listas para ser empaquetadas, etiquetadas y enviadas al mundo del arte, sea cual sea.
Y me doy cuenta, precisamente en esa reflexión, de que justo en este tipo de escritos es donde recibo comentarios de la gente. Veo que cuando digo tonterías, nadie me hace ya caso. Pero cuando pienso un poco (sí, es cierto, los adolescentes jóvenes también piensan), y cuando escribo eso que pienso, la gente parece que responde. Y no es a los que oblig amablemente recuerdo que he publicado!
No empecé a escribir para ser comentada, sino porque necesitaba escribir este tipo de cosas. Pero también me gusta escribirlas para alguien. ¿Frívola? Sí, pero con conocimiento de causa. ¿Lingüística? También, que es lo que coharta mi libertad (wir wollen eure Kreativität nicht brenzen).
Al fin y al cabo, de esto aún no vamos a vivir...
Sabemos, lo tenemos bien claro, que nadie en esta vida dice la verdad. Todo el mundo miente, como decía una amiga, hasta en cosas en las que no debería. Nadie debería mentir al decir "te quiero" ni al decir "lo siento".
Pero, como siempre, una cosa es la utópica teoría, y otra la práctica.
Por eso me cuesta tanto pedir perdón, y solo lo hago cuando lo siento de verdad. Antes he de admitir que sí pedía perdón en más situaciones, ya no tanto para evitar problemas o para quedar bien, como para evitar un gran disgusto a la otra persona, o para evitar tensiones. Lo hacía incluso cuando sabía que yo no tenía la culpa, que la razón era mía.
Pero ahora ya no. He cambiado, como todo y todos, me he hecho mayor, veo la vida de diferente manera, y creo que no se debe pedir perdón cuando no se siente, o cuando se cree que no debe hacerse. Sí he tenido situaciones en las que se esperaba que fuera yo quien pidiera perdón, cosa que NO he hecho, porque no tengo la culpa. Y porque no lo siento. Yo no puedo prometer a alguien que le perdono, cuando no puedo ni podré olvidar las afrentas, el daño que me ha hecho. Y por tanto, no puedo perdonarle.
Es tan absurdo decirlo como afirmar que mañana el sol saldrá por el oeste. Aún así, siempre hay un mínimo de posibilidad de que suceda, como todo en esta vida. Pero es poco probable.
La solución a la que ha llegado mi cuerpo, mi mente, mi corazón, sin consultarlo conmigo (en realidad es con mucho más inteligente que yo), es a simplemente explicar las cosas cuando no creo que deba pedir perdón. Es muy injusto, mucho, que alguien achaque a tu persona cosas que ha hecho él (o ella, esta lengua...) mismo. Pero más injusto aún, en mi opinión, es pedir perdón sin sentirlo de veras.
Y su concesión... Hace tiempo que nadie me pide perdón por algo grave. Algo parecido a una disculpa lo tuve recientemente, absurdo también, teniendo en cuenta que en el último mes había hecho lo posible y lo imposible para no merecerla nunca jamás. Y no pude concederlo.
Una vez oí que solo en las manos de Dios está el perdón. Tal vez sea cierto, y por eso cuando no se merece no somos, no deberíamos, ser capaces de darlo; o tal vez seamos todos un poquito Dios cuando de verdad perdonamos a quienes lo merecen.
Aunque bien es cierto que el perdón implica siempre una voluntad de cambio. Y eso sí, es imperdonable...