martes, 3 de febrero de 2009

Super Mario: el porqué. (9 de Julio)


Todos hemos jugado, de pequeños o mayores, a este gran juego llamado Super Mario. Supongo que, como yo, podréis perfectamente recordar el mítico empiece del juego: la primera interrogación dorada, el primer champiñón que había que pisotear... Sí, todos hemos pasado grandes ratos jugando al Super Mario.

Y ¡cómo olvidar el final de cada pantalla! Durante cada nivel de los cuatro mundos te esfuerzas para conseguir las monedas, matar a tus enemigos, y llegar rápidamente al final para, cogiendo carrerilla, saltar hacia la bandera. Porque todos recordamos esa bandera, por supuesto.

El enhiesto mástil de la victoria que esperaba allí, al final de cada pantalla, para que nosotros lo coronásemos con nuestro salto. Aunque no siempre llegábamos. Solía pasar que, algunas desafortunadas veces, resbalábamos un poco y caíamos al suelo sin llegar a una puntuación alta. Entonces podías comprobar que, efectivamente, era posible traspasar el mástil de la bandera y caminar traspasando el castillo. Pero habías de volver y saltar hacia la bandera para dar por terminada la pantalla.

Y hecha estaba: saltabas, te daban puntos, y hacían recuento de tus monedas y bónuses varios. Entonces llegaba lo mejor: los fuegos artificiales o, como yo los he llamado siempre, los fueguitos. Cuánto nos gustaba conseguir, al menos, que uno de esos fueguitos brillara en el cielo; porque eso indicaba que, no sólo lo habías hecho bien, sino que lo habías hecho MUY bien.

Pero todo esto no es en balde, quiero decir, este juego no es tan ingenuo como parece a simple vista. Desde pequeños nos esforzábamos, sin saber su función real, en conseguir esos fuegos como fuera, llegando incluso a sentirnos un poquito frustrados si no los lográbamos, prometiéndonos esforzarnos más en la siguiente pantalla para conseguirlos.

Centrémonos en esa bandera, en ese objeto de culto que todos queríamos coronar. Porque, ¿cuál es su significado oculto? Símbolo fálico en todas las culturas, se ha utilizado siempre para indicar que una tierra estaba conquistada, que un lugar tenía dueño. Pero aún hay más.

Hay algo con que claramente podemos relacionar la bandera del Super Mario: el orgasmo femenino. ¿El orgasmo femenino?, se preguntarán algunos. Sí, queridos, el orgasmo femenino. Así, repetido tres veces, parece que se nos hace algo más familiar, porque es el gran desconocido.

Ahora bien, ¿en qué se parece la bandera de final de pantalla a nuestro amigo? Podemos empezar a clasificar los tipos, ya que, evidentemente, tú, el jugador, serás Mario. Digamos pues que Mario se esforzará más o menos durante la pantalla (preliminares) consiguiendo más o menos monedas, esquivando o acabando incluso con sus enemigos (padres, horarios, lugar...); así obtendrá su puntuación al final. Pero no adelantemos acontecimientos.

Después de una dura batalla en la pantalla, Mario llega al fin a la cumbre, llega a la cima, pero le resta lo más difícil: la bandera. Puede ser un jugador poco hábil y, tras saltar, pasar de largo de nuestra particular bandera, o saltar muy bajito y conseguir 100 puntos. Así habrá pasado la pantalla, pero raspadillo, y lo tendrá más difícil en la siguiente pantalla.

Podemos encontrarnos también con el avispadillo que, aun esforzándose, no logra alcanzar más que la mitad del mástil. Está bien, eso es algo pasable. 1200 puntos no es un mal record, pero suelen quedarse ahí, y nunca tratan de superarse. Total, ¿para qué?

Y llegamos ahora ya a los buenos jugadores, a aquellos que llegan casi ya a lo más alto del mástil. Éstos son aquellos que han luchado bien en la pantalla y que, al final, han sido hábiles y han llegado casi hasta arriba, es decir, 2000 puntos; lo cual está muy bien. Pero les ha faltado la recompensa final.

Ahora bien, esta vez sí tratamos con profesionales. Un aplauso para aquellos que consiguen el 5000. Ese sí es el premio gordo. Además de hacerlo bien antes, también durante, llegando a obtener la máxima puntuación con la banderita. Lo consigues, llegas allí, y sonríes feliz al ver que tu Mario ha conseguido lo que querías. Y aún hay más.

Porque allí, cuando ya creías que habías conseguido todo, logras la mejor recompensa que hayas podido esperar, pues en el cielo azul sábana de tu mundo ves brillar uno, dos, tres fueguitos que te iluminan el día. Y sonríes ampliamente pensando que ya lo tienes. Y así pasas a otra pantalla, a otro mundo, con la sensación de que sí, que esta vez lo has hecho bien.


Eso sí, esa es la parte (casi) fácil, que con práctica eso es alcanzable. Lo jodidamente difícil es conseguir a la Princesa. Así que ánimo, y práctica, sobre todo práctica. De Princesas ya hablaremos otro día con tiempo y ganas, porque son otro mundo ;)

1 comentario:

Sergio dijo...

Y no olvidemos la bandera de Japón :)


Me ha gustado mucho esta entrada^^