Esto se acaba. Todo. Decían que el mundo se acabaría en 2012, y conforme van desarrollándose los acontecimientos uno se pregunta si tiene importancia, o si merecería la pena que continuase en el 2013, 2014, etc.
El país se va a la mierda. Y no solo la situación general, sino la particular de cada individuo parece que va a peor. Y si es que se mantiene, es el ánimo el que decae.
De nosotros se comienza a adueñar una indomable desesperación, una angustia vital que atenaza nuestras gargantas impidiéndonos respirar profundamente, que nos ahoga poco a poco para que nos acostumbremos a vivir con poco oxígeno, que es lo que quedará cuando termine todo esto.
Se van apagando luces, velas, y cada vez vienen menos a sustituirlas. Nos vamos hundiendo en la oscuridad, abandonados por los dioses y despreciados por todo aquel que nos mire. Ya no queda esperanza.
La Nave Nodriza no vendrá, y estaremos condenados a esperar en un mundo oscuro y silencioso, lleno de los monstruos que nosotros hemos creado, rezando para que alguien termine con nuestra miserable existencia.
Estamos solos. Se acerca el final. Y nos da lo mismo.